Katie
Noftz
Gabriele,
John P. “Reading La Celestina from a Fin de Siglo Feminist Perspectiva.”
Symposium: A Quarterly Journal in Modern Literatures
54.3 (2000): 160-8.
En su aproximación feminista, John P. Gabriele
mantiene que el texto híbrido celestinesco de Rojas está trabado por un fuerte
hilo feminista. A diferencia de los demás textos, éste se halla en la línea
divisoria, entre dos períodos de historia (la Edad Media y la Edad Moderna) que
retratan a la mujer de manera distinta. Como consecuencia, varias
contradicciones y conflictos surgen al leer la obra. En esencia, Gabriele abre
el discurso enumerando algunas perspectivas feministas. La primera persona que
cita es Consuelo Arias que opina que las mujeres determinan lo que ocurre en la
obra. Es decir, “los personajes femeninos son los que manipulan, actúan y
controlan el destino y las acciones de los personajes…son los que determinan
el movimiento espacial de los hombres”. Posteriormente, menciona que Catherine
Swietlicki cree que las mujeres son representadas como individuales realistas en
una variedad de situaciones, las cuales demuestran fuerza y rebeldía sin
precedencia. Al concluir este resumen, Gabriele indica que Rojas ofreció un
giro contemporáneo a la narrativa. Desafió las normas genéricas por permitir
que la mujer juegue un rol dominante en la narrativa masculina pero al mismo
tiempo guardó la tradición (exponiendo las convenciones aceptadas de la época).
Por lo tanto, Gabriele ofrece un vistazo para las mujeres más importantes en la
historia prestando atención a cómo encajan con la tradición o cómo desafían
las normas, asignando a Celestina como la más liberada y a Alisa (la madre de
Melibea) como el símbolo de la pasividad asociada con la mujer tradicional. Por
último, termina enfatizando y numerando las instancias en la obra donde se ve
la evolución de Melibea (la mujer inocente que rechaza el amor al principio que
luego se hace obsesionada con ello y después que se arrepiente de sus acciones).
Aunque normalmente ni me acerco a la crítica
feminista, no fue el caso esta vez. Puede que tuviera algo que ver con el hecho
de que los otros artículos que leí me informaron del contexto histórico y
social, lo cual podría haber facilitado mi comprensión. De todos modos, creo
que este asunto sería un tema interesante explorar con respecto a cualquier
obra en este curso. Sin embargo, haría falta estudiar más a fondo los
principales del estudio genérico además del tratamiento de la mujer en la época
medieval. También encajaría bien investigar la clasificación de la obra según
su cronología literaria e histórica. En fin, opino que Gabriele resumió
relativamente bien unos conceptos clave que destacan en La Celestina.
Gericke,
Philip O. “El humor irónico en la
representación del Cantar del mío Cid.”
Actas
Irving-92
V (2004): 11-8.
Philip
O. Gericke declara al inicio de su estudio que está de acuerdo con los eruditos
que afirman que dicha obra medieval fue destinada a la representación oral.
Basa su argumento en la idea de que el juglar juega el papel más importante
trasmitiendo el humor irónico al público. Según piensa Gericke, “el texto
completo es el resultado de la labor colaborativa entre compositor, recitante y
oyentes.” Sin esta colaboración no habrá éxito. Por lo tanto, ha de haber
un actuante dotado que “sabe matizar los toques irónicos” mientras mantiene
el interés de todos. Este artículo hace que el estudiante note varias escenas
de humor irónico incluso la de los prestamistas, el conde de Barcelona, los
infantes de Carrión, etc. Desde el episodio del león hasta la salida de los
infantes de Carrión el juglar puede ejercer su talento exagerando el miedo de
los dos. Junto con la ceguera del Cid (en cuanto al carácter real de sus yernos)
el público aprovecha un conocimiento de la situación en su totalidad riéndose
de la cobardía de los dos entretanto adivinando el porvenir. Esto, sin embargo,
no pasaría si no fuera por el juglar que separa y actúa los roles dando
distintas tonalidades a cada personaje. Se halla otra situación graciosa en el
episodio del conde Ramón Berenguer. El Cid se burla del conde recién liberado
al despedirse de él. Dice: “De mi lado ya os vais, conde, siendo libre y
siendo franco. En mucho os lo considero, cuanto aquí me habéis dejado. Y si os
pasare por miente el querer de esto vengaros, cuando volváis a buscarme,
enviadme antes recado…”. Así, se ve que el Cid percibe la ironía de su
propia situación e inyecta una nota de introspección humorística.
Gericke
también escoge analizar “deconstructivamente” el significado de la
palabra “franco” (de la cita anterior) dando al lector la oportunidad de
considerar otro acercamiento si bien sigue tratando del hilo irónico. Enfoca en
la polisemia del término “franco” echando un vistazo en tres planos donde
el significado cambia de “libre” a una referencia étnica al significado “generoso”.
Como consecuencia, uno ve que hay más sustancia en lo dicho (o escrito) que se
entiende mirando el valor literal de las palabras. En definitiva, este
investigador quiere que el oyente/lector considere cómo el intérprete puede
afectar nuestra percepción de la obra según su manera de transmisión.
Opino
que este artículo podría ser útil para el estudiante que tiene interés en
desarrollar su conocimiento del Cid o de la oralidad en la época medieval. No
obstante, encontré que el artículo fue difícil de entender. No me di cuenta
de los significados múltiples ni al humor que se encuentra en la obra. Lo que
no me queda claro es la relación entre el humor y la ironía (ya que en mi
opinión no son la misma cosa). Por lo tanto, creo que Gericke podría haber
delimitado los límites con más claridad. Es cierto que tiene buenas ideas pero
no logra trasmitirlas bien para lectores de nuestro nivel con su estudio filológico.
Se nota también que el autor se refirió a una edición escrita en español
antiguo lo cual me hizo buscar la traducción en nuestra edición moderna
dificultando mi comprensión aún más. A pesar de esto, creo que habría sido
útil tener sus comentarios al lado del texto mientras leía dado que me hizo
conectar los hilos del texto dejándome con una mejor comprensión y gozo.
Lacarra, Ma
Eugenia. “El fenómeno de la
prostitución y sus conexiones con ‘La Celestina.’” Historias
y ficciones: Coloquio sobre la literature del siglo XV: actas del
coloquio internacional organizado por el Departament de Filología Espanyola de
la Universitat de Valencia, celebrado en Valencia los dâias 29, 30 y 31
de octubre de 1990.
29-31 oct. 1990.
Valencia: Universitat de Valencia, Departament de Filologia Espanyola,
1992. 267-78.
Mediante
el uso de la crítica histórica y sociológica, María Eugenia Lacarra logra
dar al lector una visión general del mundo de la prostitución durante la Edad
Media, enfocándose principalmente en el rol de la Iglesia, los intermediarios y
las prostitutas, al final identificando su presencia en la obra de Rojas. Al
comenzar, subraya que el fenómeno de la prostitución pasó al primer plano en
el siglo XIII tanto que se la puede ver grabada en numerosos textos del período.
Después de establecer eso, da de conocer el gran papel que la Iglesia tuvo en
relación con la prostitución, incluso la delimitación de una definición de
la prostituta, el establecimiento de órdenes, etc.. También plantea la
dualidad de la Iglesia. Deja que el lector se entere de que esta institución
cambió de opinión varias veces, una vez dándose por vencida diciendo que la
relación carnal o el deseo era algo natural y que no hubo manera de pararla. A
raíz de ello, surgieron las mancebías donde se confinaba obligatoriamente a
todas las mujeres que practicaban el comercio carnal para evitar poner en
peligro la moral pública.
De
allí, Lacarra sigue describiendo a los intermediarios, las alcahuetas y los
rufianes. Señala que la mayor parte eran mujeres ancianas o de mediana edad,
casadas o viudas y añade además, que los que usaban sus servicios eran hombres
laicos o eclesiásticos que mantenían relaciones ilícitas. Poco después,
entra en el asunto de la prostitución en la ciudad universitaria de Salamanca.
Aunque inicialmente no está claro el por qué, el lector aprende al final que
hay un nexo entre Rojas, el autor de La
Celestina, y el contenido del texto.[1]
A fin de cuentas, Lacarra concluye afirmando que todos los personajes de La
Celestina, salvo a las prostitutas, se ven afectados por el mundo de la
prostitución clandestina.
Sobre
todo, creo que este artículo trata más del contexto histórico que de la obra
de Rojas. Sin embargo, no es decir que no me guste porque en realidad me podría
servir si decido investigar algo relacionado con La Celestina, las tradiciones de la Edad Media, la prostitución o
la representación de la mujer en obras medievales. Si nada más, Lacarra me
ayudó a comprender la dimensión de la prostitución. Si tuviera que criticar
una cosa sería la rapidez con que concluye el artículo. Es como si faltara
ganas de llevar a cabo su tesis. En comparación con la cantidad de información
relacionada con el contexto histórico, no hay nada que enlace lo anterior con
la obra de Rojas. ¡De todos modos, recomiendo que lea éste!
Miranda,
Lidia Raquel. “Los espacios
femeninos en el Libro de Buen Amor.”
Anclajes: revista
del instituto de Análisis Semiótico del Discurso
(1997): 123-6.
Como
el título del artículo implica, Lidia Raquel Miranda aborda la temática del
los entornos femeninos en su estudio del Libro
de Buen Amor del Arcipreste. Sin embargo, inicia su discurso sintetizando el
contexto histórico de la baja Edad Media enfatizando las dualidades que forman
la base de este período; el más importante siendo la relación entre la vida
privada y la pública. Del mismo modo, hace que el lector entienda claramente el
papel de la mujer mencionando que: “la mujer medieval está [estaba]
controlado y se reduce [se reducía] a un rol productor relacionando con la
fecundidad y la sumisión”. Una vez establecido esto, delimita las tres clases
femeninas manifestadas por el libro: la mujer del convento, la mujer que
pertenece al espacio cerrado de la ciudad que representa el afuera de la casa y
el convento, y la mujer serrana (que resulta ser más masculina que femenina).
Señala con los episodios que ejemplifican cada tipo de mujer el poder masculino,
salvo en el caso de la mujer serrana (donde la masculinidad de la mujer asusta
al hombre). Más aún revela que el hombre no puede conseguir su objeto (la
mujer) sin respetar ciertas convenciones sociales o sin tener la ayuda de la
alcahueta. En esencia, ella se hace la mediadora entre lo público y lo privado
y posibilita las relaciones entre el hombre y la mujer así preservando (o
aumentando) el estatus y la honra del hombre.
Este
artículo me dejó con un sentimiento de incomprensión. A lo mejor tiene algo
que ver con el hecho de que todavía no hemos podido leer la obra; no obstante,
me gustaría también echar la culpa a la falta de organización que transcurre
a través del artículo. La autora tiene muchas ideas pero no las expone bien.
Igualmente, siento que asume que su público sabe mucho referente al amor cortés
y los textos medievales lo cual dificulta la lectura para los que no se
especializan en esta área de literatura. A pesar de esto, logró trasmitir el
papel de la mujer en esta época como también los espacios femeninos empleando
la crítica feminista y el estudio histórico.
Walkman, Franklin M.. ‘Formulaic
Expression and Unity of Authorship in the “Poema de
mío Cid.”’ Hispania 56.3
(1973): 569-78.
El
autor de este artículo, Franklin M. Walkman, empieza su estudio filológico dándole
de conocer al lector que desde 1929 ha habido una polémica entre los eruditos
referente a la autoría del Poema del mío
Cid. Hay quienes opinan que solamente hubo un autor que escribió la obra
entera además de los que creen que podría haber habido dos o más poetas
involucrados. Esencialmente, Walkman empieza enumerando las hipótesis más
famosas que apoyan la primera postura, luego entra en el concepto de
“formulaic expression” y ciertas tendencias que se halla a través del poema
y por último, deja al lector con su opinión, conforme a la creencia que un
autor creó el cantar.
El
primero sugerir la posibilidad de haber más de un autor fue E.C. Hills, cuyas
razones constan de lo siguiente: 1) el estilo de la primera mitad es realista y
histórica mientras que la segunda es fantástica, menos seria y mayormente
ficticia; 2) las diferencias con respecto a los epítetos en las dos partes del
Cid y Alfonso; 3) la diferencia en las formas verbales y los sinónimos en las
dos partes; 4) la confusión en el uso de so
y su; 5) las diferencias entre la Primera
crónica general y el poema; 6) el uso predominante de asonancia en ó
en la segunda mitad; y 7) la localización
del poema. Mack Singleton surgiere lo mismo llegando a la conclusión que la
segunda parte del poema corresponde a la técnica de la novela moderna si bien
la primera corresponde a un texto épico. El famoso Ramón Menéndez Pidal basa
su argumento en la suposición de que existieron dos poetas: un poeta temprano
de San Estéban de Gormaz, “buen conocedor de los tiempos pasados, el cual
poetizaba muy cerca de la realidad histórica” y un poeta tardío de
Medinaceli, “muy extraño a los hechos acaecidas en tiempos del Cid, y que por
eso, poetizaba más libremente”. Oliver T. Meyers, un hombre que ha estudiado
la asonancia en el poema encuentra que la distribución de las rimas principales
a través de la obra es muy irregular, lo cual apoya la autoría dual. Y
finalmente, Cesáro Bandera Gómez afirma que el Cantar de Corpes es el cantar más “reworked”. Es decir, que
cree que este episodio con el león marca el cambio del autor. Las características
del Cid en la primera parte: “su visión, su vigilancia, su astucia, así como
la urgencia con que vive su quehacer” difiere de la segunda, en la cual
desaparece la urgencia. Es más, Bandera Gómez menciona que en la primera mitad
el Cid toma decisiones con calma aun en los momentos tensos pero en la segunda
las toma repentinamente dado que prevé que algo saldrá mal. Aunque todos estos
puntos de vista señalan las diferencias en las dos partes del poema, Walkman rápidamente
añade la perspectiva de A.D. Deyermond para ofrecer otra perspectiva. Deyermond
sugiere una explanación por las diferencias según los estudios de Albert B.
Lord. En los estudios de Lord, Lord mismo explica que no puede haber dos
versiones exactas de una canción del mismo cantante puesto que siempre hay
variación al final (la cual se debe a la impaciencia del público). Del
mismo modo se puede aplicar esta teoría al Poema
del mío Cid. Más aun, añade que un poeta depende de “stock themes” y
fórmulas para guiar la historia. Hablando de las irregularidades en el verso,
explica esto con la idea que el dictado del poema al escribano resulta confuso
ya que no es lo mismo que una actuación. Edmund de Chasca también está de
acuerdo con la manera de analizar el poema, según los conceptos de Lord. De
acuerdo con la idea que Deyermond cita, se puede decir que construían los
poemas épicos con “metrical lines and half-lines by means of formulas and
formulaic expressions and of the building of songs by use of themes [escenas de
lucha, asambleas, bodas, etc.]”. Entonces, es preciso tener estas expresiones
para que el poeta pueda componer con rapidez. De allí Walkman interrumpe su crítica
filológica (de los demás) y entra en su propio estudio donde examina el texto
entero calculando la frecuencia de ciertas expresiones formulaicas y estudia
varias selecciones en ambas partes donde trata del mismo tema. Walkman descubre
que las expresiones están distribuidas uniformemente y que no hay una gran
diferencia entre las dos partes del tema semejante con respecto al uso de las
expresiones. Después de todo, Walkman llega a la conclusión que el número
limitado de expresiones formulaicas indica que el poema probablemente fue una
obra literaria escrita y sobre todo que fue escrita por un autor dado las
semejanzas en vocabulario y estilo.
Al
recoger este artículo no tuve ni idea de lo que significó “formulaic expresión”.
Sin embargo, luego de leer el artículo opino que el asunto en muy interesante,
o sea, el debate. Aun ahora no sé que opinar o qué lado escoger. Creo que las
dos perspectivas presentadas fueron apoyadas muy bien. No obstante, todavía
tengo mis dudas en cuanto a la uniformidad de “formulaic expressions”
distribuidas a través del poema. ¿No podría haber examinado y repetido las
expresiones un segundo autor para que concordara las dos partes de la obra? En
cualquier caso este artículo encajaría bien con otros que tratan de la
oralidad, especialmente si uno está de acuerdo con la conclusión de Walkman.
[1] Queda claro que la influencia del entorno de Rojas quedó grabada en su
obra, la que escribió en dicha época minetras estudiaba el derecho. Como consecuencia, se nota muchos elementos de aquella actualidad en
“su” obra.